Uno de los patrimonios más importantes de la Segunda Región, pide en silencio el pronto regreso a su tierra, tras permanecer casi un siglo en la fría vitrina del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, Estados Unidos
Mientras en Chile terminaron las celebraciones del “Mes de la Minería” y la Segunda Región luce con orgullo su título de Capital Minera, muy lejos de esta geografía, en una vitrina del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York (Estados Unidos), el primer minero que trabajó el cobre nativo en Chuquicamata nos pide que no lo abandonemos y hagamos todo lo posible por traerlo de vuelta a su querida tierra atacameña.
¿Pero quién es ese minero prehistórico del norte de Chile? Tal vez hubiese permanecido para siempre en el olvido, pero quiso el destino que en 1899, en una pequeña pertenencia minera, conocida como “Mina Restauradora” en Chuquicamata, fuera encontrado un cuerpo muy bien conservado bajo un derrumbe en un socavón o túnel poco profundo. Obviamente se trataba del cuerpo de un minero muerto mientras trabajaba.
En esos años de la incipiente Chuquicamata llamó la atención el estado de conservación poco usual del cuerpo del minero indio, sin encogimiento de brazos, piernas ni manos, no obstante que el accidente ocurrió cientos de años antes de 1899. (Según recientes estudios, el cuerpo correspondería a los años 400 ó 600 después de Cristo).
Como muy bien lo expresó en un texto de 1956, Junius Bird, investigador del Departamento de Antropología del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, “normalmente durante la disecación, los músculos y tejidos de la piel del ser humano se encogen puesto que la humedad, que constituye alrededor del 59% del peso del cuerpo, se evapora. Ese proceso, sin embargo, no había ocurrido con el minero y por el color verdoso de su piel, se supuso que el cuerpo se había impregnado, al menos en parte, con cobre. De ahí el título “Hombre de Cobre”, por el cual se le conoce desde entonces”.
Desafortunadamente, en la época en que fue descubierto nadie anotó detalle alguno, como el tamaño, largo y profundidad del túnel o las herramientas y objetos que estaban directamente asociados con el cuerpo. No obstante, existen fotografías tomadas en esa época, comentarios de los presentes e informaciones de personas que de uno u otro modo estuvieron vinculadas al trabajo posterior de la mina, todo lo cual aportó una documentación bastante razonable sobre el hallazgo.
Considerando las herramientas sencillas de piedra y madera, la escasa vestimenta, la naturaleza del socavón y los procedimientos mineros, se pudo concluir, en primera instancia, que el hombre trabajaba en ese lugar antes que los españoles controlaran el norte de Chile.
DESCUBRIMIENTO
Cuando el cuerpo del minero fue descubierto en 1899, el depósito se trabajaba solamente para obtener atacamita (hidrocloruro de cobre que se concentra en grietas y fisuras de minerales de baja ley), a través de procedimientos mineros realizados principalmente con herramientas de hierro, harneros, explosivos y lo que permitían los medios de transporte.
Una fotografía tomada en 1899 muestra que Chuquicamata en ese entonces era un campamento de seis chozas pequeñas con murallas bajas de piedra y techadas con costales templados sobre postes. Existían varias minas, con una sola polea sobre la apertura del socavón, un yunque, una pequeña fragua con un fuelle al descubierto y varios harneros con los cuales se separaban los trozos de mineral de atacamita de aquellos de baja ley.
CADAVER
Edward Jackson, uno de los primeros norteamericanos que trabajó en Chuquicamata, narró en una carta a F.D. Aller –escrita el 18 de junio de 1912- la historia de la momia encontrada en un pique de la mina Restauradora.
“El señor José Toyos, en Ovalle, quizás podrá darle el nombre del minero que la encontró. La mina en que fue encontrada pertenecía a Williams Matthews y estaba arrendada en ese entonces al señor Pidot, un francés que puede que aún viva en Calama. Por casualidad me encontraba en Chuquicamata cuando fue desenterrada e inmediatamente ofrecí 500 pesos chilenos por ella al minero que la encontró. Este rehusó porque pensó que la momia era propiedad de su patrón, el francés Pidot. Le dejé al señor Toyos, entonces propietario de la mina “Rosario del Llano”, instrucciones para darle hasta 1.000 pesos chilenos por ella. Esto lo supo Norman Walker, quien ofreció 2.000, pero su oferta no fue aceptada”.
DISPUTA
Un año más tarde, Toyos obtuvo la momia del minero indio por 1.000 pesos, una vez que Pidot y Matthews arreglaron la disputa sobre si la momia estaba incluida o no en el arrendamiento de la mina. El primero argumentaba que era mineral, ya que contenía algo menos del 1% de cobre, y Matthews discutía que él sólo había arrendado la mina y no los mineros.
Edward Jackson y Toyos se hicieron socios dividiendo las ganancias de exhibición del “Hombre de Cobre”.
Jackson cuenta: “Toyos me envió la momia a Antofagasta, pero cuando la recibí me di cuenta que le faltaba un dedo de un pie. Pienso que alguien lo cortó para dejarlo de recuerdo. La exhibí en mi casa y acepté cuando el señor Pérez de Arce ofreció llevarla a Valparaíso dándome la mitad de las ganancias. Fue exhibida en el puerto y Santiago. Luego comencé a recibir ofertas. Pero como nunca vi las ganancias, decidí venderla a través de mi hermano John Stewart Jackson, quien eventualmente la vendió en 15.000 pesos chilenos a dos caballeros que formaron la sociedad “Torres y Tornero”, suma que la pagarían en tres meses”.
NEGOCIOS
En esos tres meses Torres y Tornero llevaron la momia del minero indio a Estados Unidos y la presentaron en la Exposición de Buffalo, teniendo ciertos problemas con la aduana. No pudieron vender la momia porque pedían mucho dinero por ella. La prolongada permanencia en Estados Unidos los hizo endeudarse con la casa Hemenway & Cº de New York, que les embargó al “Hombre de Cobre”, situación que los obligó a regresar con pasajes pagados por el cónsul chileno.
Jackson intentó recuperar la momia, ya que no había recibido dinero alguno de Torres y Tornero. Le hizo el encargo a Raimundo Docekal, ciudadano antofagastino que viajaba a Estados Unidos. Le dio un poder y US$ 500 en oro. El buque en el que viajaba naufragó en el Estrecho de Magallanes, pero Docekal llegó a Nueva York, pagó una deuda de 10.000 pesos chilenos y vendió la momia sin darle un centavo a su dueño.
Es la razón que motivó a Jackson a escribir: “Mis libros de registro muestran que yo recibí $ 2.500 y cancelé $ 2.300, lo cual sólo me dejó una ganancia de $ 200. Por lo tanto he llegado a la conclusión que es un pecado comerciar con el cuerpo de un muerto y no lo haré nunca más”.
Luego del descubrimiento del “Hombre de Cobre” las momias subieron considerablemente su valor.
El minero indio, patrimonio cultural de Chile y de la Segunda Región fue regalado en 1905 al Museo Americano de Historia Natural por J.P. Morgan, y desde esa fecha se encuentra “secuestrado en Nueva York”.
Extracto Reportaje El Mercurio de Antofagasta, septiembre 2001